y con los costados de tus caderas
me muestras el destino;
tienes un resplandor que se expande
desde la punta de tu lengua
hasta la cascada de tu entrepierna.
Bruja amorosa,
no puedo saber nada de ti
ni en este ni en ningún momento;
mientras la humedad me consuela,
descubro que eres la más extraña de las extrañas,
aún siendo penetrada por mis desasosiegos.
Te deslizas seduciendo ángeles y demonios
para convertirnos en volcanes,
y me miras con esos ojos furiosos
que se pierden en el valle de los deseos,
y mientras te encargas de asesinar a la cordura,
yo sé bien que no podré poseerte de una mejor manera.
Por eso tal vez me aferro a tus corrientes,
la lluvia que de ti brota se parece tanto a ti,
tiene tu misma cara y los mismos pechos de los que bebo;
pero ahora mismo ignoro la potencia de tus gemidos,
son un cincel que no comprendo,
no sé quien eres y hacia donde te diriges.
Eres una egoísta desconocida,
nada me compartes más que los ríos de tu cuerpo,
andamos como locos al acecho de vírgenes
tocándonos los sexos sacrílegos,
pero nada me entregas de tu placer,
sino un simple y morboso suspiro de clausura.
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