y el rostro con sus ojos apretadísimos de sexo,
y las alas invisibles que la hacían volar;
quería lo que el señor les fue prohibiendo.
Se sabe que flotaba con el sexo expuesto.
Tuvo el acento, los detalles, el momento…
el tacto fino, los finos pensamientos;
tuvo la carne firme, firmes los ojos, los convencimientos;
tuvo el hedor preciso tolerable
y los vicios huecos de importancia.
Se tuvieron, en su rito de amor se tuvieron.
Lo hacían cada noche como gatos en celo.
Y se lamían, y se olfateaban, se destrozaban de amor;
se reencarnaban y se maceraban, se fluían, se masturbaban,
se construían, se amamantaban, se persuadían, se continuaban,
se consumían, se consumían, se consumían.
Tuvo sus senos de agua hirviendo entre sus manos frías.
Se derretían.
Tuvo, luego, su falo triste, magro y trise, en su mirada espía.
Se derretían.
Fue siempre, un instante, un orgasmo.
Fue, en realidad, la única muerte digna de ser vivida.
No se supo más de ellos, ni de su calor,
o alguna soledad bastarda y perra,
o su sed ansiosa de estrangulamiento.
Pero se amaron,
y en treinta minutos descubrían,
atónitos,
la razón miserable de su edad,
la justificación de la precaria vida.
Iván Valmun.
1 comentarios:
Ivan
impresionante poema, cuento, no se...
lo leo varias veces, hay recursos de Girondo, pero tiene mucho de gótico, de figuras que encuentro muy bellas.
Un abrazo con cariño
Thelma
Publicar un comentario