Todas las noches la minúscula díptera descansaba su vuelo sobre el libro en turno que leía. Comenzó en la poesía de Edgar Alan Poe, y continuo cada una de las noches desfilando sus patas por los surcos blancos de las páginas de los libros; a ese le siguió el Amor líquido de Bauman, Último Round de Cortázar, Sobre la certeza de Wittgenstein y El malestar en la cultura de Freud.
En cierta ocasión decidí esperar y mirar la actitud que yo calificaba de intelectualoide, de esta mosca que se aferraba a desfilar su insecta existencia por los pasillos alargados de las dedicatorias, prólogos, índices y contenidos de mis libros.
Como cada noche apareció de ninguna parte con ese sonido de aleteo que para entonces ya me parecía más un saludo que un tormento. La seguí con la mirada, parecía tímida, como resignada a mi ineficiente atención por lo liliputiense, pero resuelta a comunicarme algo.
La díptera remolcó mi curiosidad y siguiendo la trayectoria de su recorrido sobre las palabras de una página de los Fragmentos de un discurso amoroso de Barthes devele la intención de su testaruda presencia. Su andanza lejos de azarosa se posaba sobre los vocablos exactos que me advirtieron la siguiente leyenda:
En cierta ocasión decidí esperar y mirar la actitud que yo calificaba de intelectualoide, de esta mosca que se aferraba a desfilar su insecta existencia por los pasillos alargados de las dedicatorias, prólogos, índices y contenidos de mis libros.
Como cada noche apareció de ninguna parte con ese sonido de aleteo que para entonces ya me parecía más un saludo que un tormento. La seguí con la mirada, parecía tímida, como resignada a mi ineficiente atención por lo liliputiense, pero resuelta a comunicarme algo.
La díptera remolcó mi curiosidad y siguiendo la trayectoria de su recorrido sobre las palabras de una página de los Fragmentos de un discurso amoroso de Barthes devele la intención de su testaruda presencia. Su andanza lejos de azarosa se posaba sobre los vocablos exactos que me advirtieron la siguiente leyenda:
-------no--------hay-----nada---parecido---------muerte-----que--------------el amor--------------------realizado----------------y frente a-----------------------la muerte-----------------sólo queda-------------------------------------------------el silencio-----------------------------------------------
Y en aquel momento supe, que la mosca y yo hablábamos de ti-del amor, y por lo tanto, de la muerte.

Carlos Nazario
1 comentarios:
Hola! me gusta el nuevo look del blog :).
Curioso lo que refleja el relato, podemos encontrar señales en los seres más inesperados. Asi que queda andar con los ojos muy abiertos.
Un saludo!!
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