Elena es un nombre con raíces griegas cuyo significado más cercano circunda entre: “aquella que brilla como una antorcha” o “aquella que arde o resplandece”. Ahora lo sé.
Era una especie de fiesta común en donde mis compañeros se encontraban alrededor de nosotros, no tengo la más mínima idea de como apareció ella, pero la reconocí de inmediato, mi antigua amiga de la escuela preparatoria.
Se acercó a mi y no volvió alejarse hasta dejarme encendido. Efectivamente Elena ardía como una antorcha, su mirada reluciente y la sonrisa solar irradiaba cadenas entre los asistentes.
Me sentí complacido de tenerla a mi lado, podría presumir con los amigos que aquella joven de hermoso cuerpo y mirada de zarza era mi amiga. Quizá mi gusto fue tanto que ella misma lo notó y entonces le entraron unas tremendas ganas de participar en el juego.
El ritual de Elena fue contundente, paso a paso su cuerpo largo y espigado se entregó a mi y su boca que parecía una vez más el fuego, me quemaba los labios hasta dejarlos secos, con la necesidad una vez más de los suyos.
Al principio no entendía sus vericuetos, hasta que en un beso nuestras miradas se encontraron. Sus ojos me dijeron todo: mira como nos miran tus conocidos, y mira como están celosos de ti. A decir verdad, todos mi compañeros nos miraban como unas moscas queriendo probar la miel, ese era el juego de Elena y yo era parte de la ambientación.
Quizá un poco de remordimiento pasó por mi cabeza, pero no perdía nada con jugar. La besaba y la rodeaba con mis brazos, la poseía y ella me daba sus mejores ojos de enamorada. Yo completaba el juego-ritual con una mirada de macho alfa que desprecia a su hembra.
Su cuerpo era dulcísimo, sus pechos eran míos, yo la tocaba mientras bailábamos y mirábamos de reojo a los otros que nos contemplaban alarmados. Nos embriagábamos de risas y ella se colgaba de mi cuello como un naufrago de barco de papel.
Al sentarnos, una de mis compañeras se acercó a nosotros y con palabras escurridas me preguntó si ella era mi amante o mi novia. Evidentemente su pregunta era el triunfo del juego, los demás se preguntaban lo mismo y ella sólo era la voz de los otros (todos habían comprado el simulacro).
Antes de permitirme soltar alguna palabra. Elena me besó por última vez y le contestó: -Sí, soy su amante-. Acto seguido el telón cayó. Elena se iba como princesa que escapaba al límite de su hechizo. Corrí tras ella y le pregunte por qué huía. Ella volteó hacia a mi, más alta de lo que pensaba y hermosa:-¿qué no sabes que el juego ha terminado?-.
Foto: David en la Rama
Se acercó a mi y no volvió alejarse hasta dejarme encendido. Efectivamente Elena ardía como una antorcha, su mirada reluciente y la sonrisa solar irradiaba cadenas entre los asistentes.
Me sentí complacido de tenerla a mi lado, podría presumir con los amigos que aquella joven de hermoso cuerpo y mirada de zarza era mi amiga. Quizá mi gusto fue tanto que ella misma lo notó y entonces le entraron unas tremendas ganas de participar en el juego.
El ritual de Elena fue contundente, paso a paso su cuerpo largo y espigado se entregó a mi y su boca que parecía una vez más el fuego, me quemaba los labios hasta dejarlos secos, con la necesidad una vez más de los suyos.
Al principio no entendía sus vericuetos, hasta que en un beso nuestras miradas se encontraron. Sus ojos me dijeron todo: mira como nos miran tus conocidos, y mira como están celosos de ti. A decir verdad, todos mi compañeros nos miraban como unas moscas queriendo probar la miel, ese era el juego de Elena y yo era parte de la ambientación.
Quizá un poco de remordimiento pasó por mi cabeza, pero no perdía nada con jugar. La besaba y la rodeaba con mis brazos, la poseía y ella me daba sus mejores ojos de enamorada. Yo completaba el juego-ritual con una mirada de macho alfa que desprecia a su hembra.
Su cuerpo era dulcísimo, sus pechos eran míos, yo la tocaba mientras bailábamos y mirábamos de reojo a los otros que nos contemplaban alarmados. Nos embriagábamos de risas y ella se colgaba de mi cuello como un naufrago de barco de papel.
Al sentarnos, una de mis compañeras se acercó a nosotros y con palabras escurridas me preguntó si ella era mi amante o mi novia. Evidentemente su pregunta era el triunfo del juego, los demás se preguntaban lo mismo y ella sólo era la voz de los otros (todos habían comprado el simulacro).
Antes de permitirme soltar alguna palabra. Elena me besó por última vez y le contestó: -Sí, soy su amante-. Acto seguido el telón cayó. Elena se iba como princesa que escapaba al límite de su hechizo. Corrí tras ella y le pregunte por qué huía. Ella volteó hacia a mi, más alta de lo que pensaba y hermosa:-¿qué no sabes que el juego ha terminado?-.
Foto: David en la Rama
1 comentarios:
un encuentro de preparatoria.....que se pierde con jugar? me he sentido traicionada....
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