Acusado por los críticos literarios de realista,
mis parientes en cambio me atribuyenel defecto contrario;
afirman que no tengosentido alguno de la realidad.
Soy para ellos, sin duda, un funesto espectáculo:
analistas de texto, parientes de provincias,he defraudado a todos, por lo visto;
¡qué le vamos hacer!
Citaré algunos casos:
Ciertas tías devotas no pueden contenerse,
y lloran al mirarme.
Otras mucho más tímidas me hacen arroz con leche,
como cuando era niño,y sonríen contritas, y me dicen:
qué alto,si te viese tu padre…,
y se quedan suspensas, sin saber qué añadir.
Sin embargo, no ignoro que sus ambiguos gestos
disimulan una sincera compasión irremediable
que brillan húmedamente en sus miradas
y en sus piadosos dientes postizos de conejo.
Y no sólo son ellas.
En las noches,
mi anciana tía Clotilde
regresa de la tumbapara agitar ante mi rostro sus manos sarmentosas
y repetir en tono admonitorio:
¡Con la belleza no se come! ¿Qué piensas que es la vida?
Por su parte,
mi madre ya difunta,
con voz delgada y triste,
augura un lamentable final de mi existencia:
manicomios, asilos, calvicie, blenorragia.
Yo no sé qué decirles,
y ellas vuelven a su silencio.
Lo mismo, igual que entonces.
Como cuando era niño.
Parece que no ha pasado la muerte por nosotros.
Ángel González (1922-2008)
0 comentarios:
Publicar un comentario