ciudades, jetas, fríos, tempestades,
no concibo -ya no- como amistades
las que opinan que yerro mi camino.
Doctrinas rezagadas -pan y el vino-
aquellas del infierno, Dios y el Hades,
como entran las convengo y las combino.
Quien venga con su Dios que lo sustente,
con luz de un pensamiento no divino,
ya la idea de un ser omnipotente
en hambre, clases, guerras, se devino.
No compruebo o comparto la corriente
de un Dios Muerto, del oro o del tocino;
quien quiera creer que sea creyente
y que no joda, llore, ni atormente
porque solo ante mi nombre me persigno.
Iván Valmun
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