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Abro la puerta
que tiene una ventana
que se dirige
nuevamente hacia la puerta
que no lleva a ninguna parte.
Estoy detrás de tu sombra
que siembra el piso
de urdimbres de cabello
mal peinado
de pescados que no saben nadar.
Una vez fui tu diente chueco
tu alcanfor rancio
tu cometa estropeado
con el hilo roto y las alas largas.
De eso ya no quedan sino
recuerdos
negativos de fotografía
del color azufre que empaña
los segundos de una memoria
que se niega a ser pasado.
Y las tres tetas del tiempo
me sonrojan el alma, el alba
el horizonte de la memoria,
el tiempo, el olvido.
Cada día nos parecemos
más a la muerte, más sin suerte
con el recuerdo desafinado
mientras te lanzas al escondrijo
de la distancia,
yo prefiero irme contigo
que quedarme a tu lado
aunque no seas
lo que no eras
como el gato del viento
que nos lame las pestañas.
Y así te quiero de nuevo
aunque sea
aunque quererte
sea ponerle un gato
al cascabel.
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Todo lo que no sé de ti
-y pretendo-
lo sé de la fantasía.
Serpiente / patria / anarquía / niebla.
Te conozco más
que a mi espalda
y a mi útero de palabras.

Ayer mientras dormías
-lunita-
te arranqué dos besos de la mano.
Sembré sobre la hoja,
lo juro,
semilla tras semilla
en el surco blanco.

Y cómo no despertabas
-tu boca-
me acerqué hasta tu oreja y me quedé quedo,
recostado sobre tu pecho.
Por la mañana,
amaneció realidad...
y tú ya no estabas.
1
Pero cuando callas el silencio habita el mundo
y hay hambre y miseria,
y todos lloran
por los muertos pasados y los que habrán de serlo,
y ya nadie quiere agua transformada en vino,
y no hay más panes
ni peces por multiplicar.

Cuando enmudeces,
los sordos no quieren oír más
y las palomas se arrancan las alas para rezar.
Es entonces cuando el universo se vuelve inmenso
y por los ojos de los vivos penetra la inconmensurable
desesperación del existencialismo.

Cuando asesinas a la más bella de tus hijas
–la palabra,
la esperanza que abre la boca de los hombres,
se marcha a invernar por debajo de las olas
y en cada corazón de ser viviente y en cada rama
de árbol se hace un grieta que apunta hacia
el vacío.

Cuando arrancas tu lengua no hay sentido del caos
e incluso la anarquía se vuelve triste
y los dioses
dejan de fornicar
–para blasfemar contra la raza humana.

Cuando callas, cuando tu boca se cierra
–cuado besas el silencio,
este mundo
se parece tanto a lo que realmente es.

Foto: oqv
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Hablar de ti,
soltar la lengua con las putas
en el arrabal que me ciñe la cintura.
Hablar de ti con los acordes encendidos
en el sexo de mi guitarra vieja.
Hablar de ti,
escupir tus momentos con el sacerdote
en la confesión más sincera de un ateo.
Hablar de ti con el escote
de aquella viuda que me mira de lejos.
Hablar de ti,
eyacular las sensaciones en la luna
durante las noches espesas de Noviembre.
Hablar de ti con mi madre
mientras me besa los labios de Edipo.
Hablar de ti con los ciegos y los sordos
y contarles del misterio de tu espinazo desnudo.
Hablar de ti con mi perro
y con el gato librepensador que me escribe las poesías.

Hablar de ti,
dibujar tu voz con la cuchara
y con el plato y con las sábanas.
Hablar de ti con dios
y hacer un elogio de lo que es profano.
Hablar de ti con la desconocida
que siempre me encuentro en el camión.
Hablar de ti ante el espejo
mientras rasuro la barba que me dejó tu ausencia.
Hablar y hablar de ti,
exprimir el recuerdo hasta que no
quede otra palabra que tu nombre.
Hablar de ti contigo,
describirte en los finales de tu historia
hasta que odies lo que nunca has sido.
Hablar de ti, hacerte palabras,
desbaratar tu cuerpo en las líneas
de una hoja, hacerte metáfora,
despojarte de la potencia,
matarte de la simplicidad de tu imagen.

Hablar de ti hasta olvidarte.
Vomitarte en la promesa del lenguaje.

Foto: Fluorecent Girl
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Sé mi ancla mi motor mi combustible
Que se funda desboque y enardezca
Que me explote hasta explotar en llanto.

Sé mi libro mi botón mi estrella
Que no acabe que no inicie pero resplandezca.

Sé mi funda mi gorrión mi arco
Que me guarde me despierte que me arroje.

Sé mi lanza mi estandarte mi letargo
Que de insomnio tiña la sangre que perdí.

Sé la mujer que carga el sol como diadema,
Que me queme que me queme que me quema.


Iván Valdés

No lo había oteado nunca, ni siquiera en uno de esos pensamientos ligeros que, ajenos a la voluntad, deambulan como satélites alrededor de la cabeza, flashes inescrupulosos, instantes místicos; acaso un pensamiento que de tan ocioso se resistía a la existencia.

Pudo habérsele ocurrido a cualquiera.

Charles salió un día de su casa con una empresa única en el mundo, cercana, quizá, a la de ciertos iluminados, de los cuales es merecido omitir el nombre en salvaguarda de su extendida popularidad. Se hizo de amigos, fieles comulgantes, y se dirigió con empeño a realizar su misión, salvaría a la humanidad.

Poco después, con las muñecas demasiado juntas, lo mismo que sus pies, abrazadas por un instrumento de metal barbárico, fue constreñido en su cuerpo y escoltado por indignados gendarmes a la exhibición y mella pública. Fue repudiado por sus ideales. Le quedaron su mente, su alma y su fe como refugio. Sólo había masacrado a una familia. Pudo habérsele ocurrido a cualquiera.

Iván Valdés.













El universo parece tener una manera precisa,
un modo en el que se articulan las partes
para dar siniestra vida al todo que conforman.
El sonido tiene un método. El viento le debe
la existencia a la conjunción de la presión y el relieve.
La palabra contiene el desarrollo acoplado de la
evolución, la cultura y la sobrevivencia.
Los encinos agradecen las raíces
que se atan con fuerte brío a la tierra
de la que nacieron. En fin, que hasta la partícula
más invisible que revolotea entre las
pupilas de cristal y los ases de luz,
tiene una existencia planeada.
Pero detrás de todas estas poblaciones, cúmulos
y amontonamientos, se encuentra el arquitecto del sinsentido,
a lo que nosotros definimos de manera sacra
como el orden y que no es más que una de las posibilidades.
Entonces reconocemos la cara de dios en la anarquía,
el caos quiero decir, la confusión que es la
bienaventurada sustancia de todo el espacio,
el maná de la vida.
Y todo esto tiene que ver contigo
y conmigo, porque de tus ojos se escapa el iris de la acracia.
Si un soldado romano te abriera con su lanza
el costado derecho del cuerpo,
dimanarías chorros y gotas de pandemónium.
Hay en tu lengua y en tu voz un cosmos desordenado,
un ave que en sus alas, ráfagas de viento furioso,
hace los pases mágicos de un mundo rompecabezas.
Incluso las líneas fluviales que recorren las palmas de tus manos,
son mapas sempiternos del desconcierto.
No obstante, algún día, en que no estarás
ni estaremos sino en la página de un anuario,
todo regresará atraído por el tiempo hacia
la matriz de la arbitrariedad. Tus labios que son
maletas en donde guardas tus pasos, andarán
rumbo al útero en que todo fue generado.
Reinará en aquel momento el caos de nuevo,
la partitura en que se escribe la realidad.
Yo ya he comenzado en tal contrasentido...
tú eres el espejo en que se desbordan los límites de
mi objetividad, tú eres la muerte de las agendas.
Tras tus hombros brotan las retinas de la ceguera,
las tierras violentas de lo que no ha de ser,
el triunfo de la insurgencia sobre el gobierno;
detrás de tu mirada perturbada, de tus ánimos rompevientos.
En ti y en el universo descolgado de tu pelo,
en ti el caos, la vorágine, el desconcierto,
tú la apostasía de lo eterno,
la primera pieza para fracturar el firmamento.