Lo he dicho, no es mi idea. Pero así como le sacan a las serpientes su veneno, simulando una mordida, en un vasito que aguarda el ponzoñoso líquido, el escritor mediano, para no hacer buches o inflamar su papada de ideas absurdas que hasta a él exasperan de tan inútiles, vierte en su vasito, en una hojita blanca, sus ideas tóxicas a manera de mordida; aunque a diferencia de la serpiente que por instinto sabe morder, el que escribe lo hace titubeante, temeroso y, claro está, con maestría de novato. Siempre le queda algo de veneno en las encías y tiene que volver a extirpárselo constantemente.
Esta analogía es más que pretensiosa. Me pregunto qué resulta, en caso extremo, más imprescindible para escribir: la humildad o la soberbia ¿No es acaso soberbio pretender escribir un texto humilde, o no es con humildad la manera de expresar algo soberbio? En todo caso, es una dualidad que acompaña la actividad misma de la escritura. Espíritus soberbios que en ocasiones pretenden humildad y viceversa.
No sé cuando vuela anotar algo, tal vez nunca.
Iván Valdés
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