Conocí aquella joven
en un café del
centro de la ciudad.
Resultó que era toda
una virtuosa,
cristiana católica,
amante de la buena música
y las leyes,
entregada a la caridad
y a la lectura de literatura chatarra.
Su sonrisa parecía
más perversa que sus palabras.
Yo fui presentado como un poeta,
un pobre poeta de palabras
agrias y pesadillas dulces.
Quizás por la poesía
o quizás por la soledad,
sino es lo mismo,
la chica de barro y miel
me acompaño a la cueva.
Un pobre poeta y
una joven de ojos
oscuramente contorneados por
las ojeras
seguían siendo sólo dos cuerpos
en una cama.
Nos regocijamos hasta la madrugada
mordiéndonos y bebiendo whisky.
Al amanecer,
la joven se hizo prescindible,
al igual que toda la parafernalia
que una noche antes le había dado
la sensualidad de un gato.
Me levante para enjuagarme
el sexo y la conciencia,
deje un par de billetes sobre el buró
para pagar al encargado del hotel,
y me marche en un taxi
sin despertarla.
Foto: z-nub
1 comentarios:
Qué ondas mi amigo Mora? Me gustó, aunque me gustaría pensar más que uno hace eso cuando a pesar del cuerpo en la cama, ella ya nos ha abandonado y sólo queda salvar el recuerdo dejando los billetes como rastro de orgullo y la ausencia como prueba de dignidad. Canonicemos a la putas!!!
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