que no conociste jamás,
se colgó un nombre cualquiera,
se zurció un par de etiquetas
en la camisa,
y te mostró el mapa
de la palma de sus manos,
para darte seguridad.
Aprendiste del desconocido:
una palabra para nombrarlo,
ciertas historias para definirlo,
y algunos lugares comunes
para recordarlo.
El desconocido compartió
contigo casi nada,
pero no podrías reprochárselo,
porque eso mismo hiciste tú.
Una tarde de café
el desconocido y tú
hablaron de poesía, enfermedad,
desamor y literatura.
Hablaron de cualquier cosa,
pero en realidad
sólo arrojaron palabras sobre la mesa,
para poder estar juntos
con un buen pretexto.
Porque acariciarse con palabras
es un buen pretexto.
Al final de la jornada
cada uno echó a la bolsa
las palabras más gustadas
y se fue a su casa,
tan desligados como siempre.
El desconocido pensó en ti,
le molestó el anonimato
y se prometió que la siguiente vez
sería diferente.
Demasiado pronto o demasiado tarde,
tú decidiste que sería mejor
no conocerlo
y con una olvido lo confinaste a la otredad.
Carlos Axolotl
1 comentarios:
Todo inicia con un desconocido, una puerta que abres y dejas que entre. O asistes y sigues tu.
Un desconocido, un extraño, sin nombre o con uno casual -como diria B. Pasternak-. El error en la infancia de Liuvers era creer que aquél hombre tenía un nombre, cuando no lo tenía. el error en mi caso fue permitirle un nombre a mi desonocido nuevo amor.
Asi es la vida de amablemente graciosa y absurdamente triste, a veces.
Saludos. Y por el placer, verdadero en este caso, de las letras.
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