El rojo del semáforo me despierta unas terribles ganas de cruzar la calle hasta llenar de sangre la acera.
Ese sonido de las torres de luz gigantes es el murmullo de las sirenas eléctricas que te invitan a escalar los molinos de acero para electrocutarte.
Un día lloverán dagas en vez de gotas de lluvia y las calles de las ciudades dibujarán una Venecia de una belleza sangrienta incalculable.
Si el viento fuera realmente severo se colaría por los pequeños agujeros de nuestro cuerpo hasta reventarnos.
Una tristeza verdadera nos ahogaría en llanto salado y no pararía hasta brotar las viseras del cuerpo por los lagrimales.
Los creyentes levantan las manos al cielo e imploran porque su muerte sea digna y tranquila; dios, que no es ningún tonto, les escupe para matarlos.
La forma más tranquila de hacerlo es tirarse a la cama y esperar pacientemente a que los huesos se pudran y los gusanos nos cosquilleen los costados.
Yo entiendo la algarabía por el sonido, pero meterse un avión por las orejas taladra los tímpanos y destruye las neuronas en tan poco tiempo que apenas y respiras.
El inconsciente colectivo es una buena manera de conducirse a la nada. A través de la sensación de riesgo los humanos pueden matarse unos a otros y autodestruirse.
Lo peor del suicidio es que a uno lo acusan de ególatra. Mira que arrebatarle a los dioses la sagrada tarea de despojar el aliento.
Ese sonido de las torres de luz gigantes es el murmullo de las sirenas eléctricas que te invitan a escalar los molinos de acero para electrocutarte.
Un día lloverán dagas en vez de gotas de lluvia y las calles de las ciudades dibujarán una Venecia de una belleza sangrienta incalculable.
Si el viento fuera realmente severo se colaría por los pequeños agujeros de nuestro cuerpo hasta reventarnos.
Una tristeza verdadera nos ahogaría en llanto salado y no pararía hasta brotar las viseras del cuerpo por los lagrimales.
Los creyentes levantan las manos al cielo e imploran porque su muerte sea digna y tranquila; dios, que no es ningún tonto, les escupe para matarlos.
La forma más tranquila de hacerlo es tirarse a la cama y esperar pacientemente a que los huesos se pudran y los gusanos nos cosquilleen los costados.
Yo entiendo la algarabía por el sonido, pero meterse un avión por las orejas taladra los tímpanos y destruye las neuronas en tan poco tiempo que apenas y respiras.
El inconsciente colectivo es una buena manera de conducirse a la nada. A través de la sensación de riesgo los humanos pueden matarse unos a otros y autodestruirse.
Lo peor del suicidio es que a uno lo acusan de ególatra. Mira que arrebatarle a los dioses la sagrada tarea de despojar el aliento.
1 comentarios:
"La belleza del mundo y el dolor del hombre"
Joven, anhelante de la idea Muerte. Sé que las circunstancias -el Tiempo- crea una Trágica coincidencia, pero que intuyo, no era su intención.
Alejando, entonces, el poder destructor de esa otra muerte -la no escogida, la dolorosa, la trapera que nos toma por la esplalda y se burla- , tendría que saludar y decir que me alegra saberme diosa por tener mi vida en las manos. Tal vez esa sea la despreocupación que -según el Poeta Jaime Jaramillo Escobar- sólo se tiene en la juventud... esa inmortalidad.
A pesar del telón obscuro que se cierne por las imágenes evocadas, es bueno leerle.
Saludos.
Yo.
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