Por fin logramos reunirnos de frente y tu llegada es como un orgasmo de sol para las pupilas de mi alma.
Ayer, por ejemplo, el azar ató tu figura a la garganta de tu casa y no quiso escupirte de las paredes, para que no vinieras a mi.
Anduve ciego y desorientado por las calles de la ciudad, porque no estabas a mi lado, y sin ti me vuelvo un peatón más al que le rechinan los huesos de la espalda y las rodillas cada vez que camino.
Yo sé que pensabas en mi, tanto, que quizá te pusiste a lavar los platos sucios y a comerte la tarde con ansiedad, mientras yo remolía postes de los cruceros y cuadras, intentando encontrarles significado, pero era inútil; apenas ingería un poco de su pulpa y terminaba escupiendo la materia física de todo lo que me rodeaba, porque nada tenía saliva.
No es que te extrañara, lo que sucede es que echaba de menos tu cuerpo. ¿De qué me servía la sangre, la piel, el cabello, los huesos?, es absurdo, hasta las máquinas podrían caminar mejor que yo sin necesidad de cargar metáforas. ¿Ves?, necesitaba tu cuerpo a mi lado. Percibir tu olor, cosechar tu risa, caminar tus pasos, mirarte el escote, abrirte las puertas, apretar tu mano.
Ahora entenderás mi alegría al verte de frente, porque cada segundo que trotó la tarde, tenía en mi alma un sentimiento de primavera que quería gritarte...te quiero.
A JIMENA
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