Cuando tengas ganas,
ganas de mi,
no busques mis caricias en retratos,
no te pares en mi acera,
no saltes la vereda de la melancolía.
¿Qué te digo ahora que ni siquiera eres mi amiga?
La soledad es un soneto
que se bebe trago a trago entre gerundios,
el llanto un verso libre.
La paciencia es la espalda
de las ansiedades nocturnas,
se ingiere en recetarios de antidepresivos.
El amor,
el nombre de un manicomio,
tu acta de nacimiento,
el registro de mi locura.
Los rosarios son el manifiesto de la piedad,
el punto medio entre la esperanza y la tragedia.
Ahora sabes que cuando te sientas sola,
debes entenderte acompañada,
que al igual que tú,
habemos otros adictos a los recuerdos.
Entonces,
cuando tengas ganas,
ganas de mi,
no recites mis poemas.
Anda a declararte en independencia,
a levantarte en armas,
a hacerle la guerra a la noche,
porque es entonces mi fantasma
que escondido entre tus piernas te suplica…
mátame, mátame, mátame
ganas de mi,
no busques mis caricias en retratos,
no te pares en mi acera,
no saltes la vereda de la melancolía.
¿Qué te digo ahora que ni siquiera eres mi amiga?
La soledad es un soneto
que se bebe trago a trago entre gerundios,
el llanto un verso libre.
La paciencia es la espalda
de las ansiedades nocturnas,
se ingiere en recetarios de antidepresivos.
El amor,
el nombre de un manicomio,
tu acta de nacimiento,
el registro de mi locura.
Los rosarios son el manifiesto de la piedad,
el punto medio entre la esperanza y la tragedia.
Ahora sabes que cuando te sientas sola,
debes entenderte acompañada,
que al igual que tú,
habemos otros adictos a los recuerdos.
Entonces,
cuando tengas ganas,
ganas de mi,
no recites mis poemas.
Anda a declararte en independencia,
a levantarte en armas,
a hacerle la guerra a la noche,
porque es entonces mi fantasma
que escondido entre tus piernas te suplica…
mátame, mátame, mátame
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