y el hombre construyó caminos.
Marejadas de insomnios,
tempestad en el frente
y cinceles ardientes
esculpieron poro a poro
aquellos pasos
en que hombres y mujeres
con escotes bronceados,
dieron con las semillas
del tiempo
y dispusieron
del delicado barniz
de la caricia
para amarse unos a otros.
Yo soy parte de ese experimento
amatorio;
resultado de tantos fracasos,
cálculos erróneos
que no daban con veintiocho
a fin de mes,
mezclas incesantes
de ilusión y muerte;
círculos concéntricos
en que la devastación
y la ceniza,
rendían su fruto
en el milagro de la vida.
¡Cuanta poesía antes que nada!
cuánta ingeniería subversiva
de átomos
juntándose entre sí,
cuántos rastros de saliva
entre los arbustos de algún parque
diluyéndose en te quieros,
sobre los pezones firmes
de una primavera intacta
inmortalizada
en la anchura del gemido.
Cuantos reclamos
de madres inconformes
y padres orgullosos
al correr de madrugadas.
Cuantas cartas mudas
selladas por el fango
de la desesperanza
y el desconsuelo.
Cuántos ataúdes
sembrados
en cementerios de carne,
explotando
y revolviéndose
entre consuelos, semen y sangre.
Dioses hechos de dudas
han visto la era del hombre
y han visto morir a la muerte
por la espada del sueño.
Somos parte del triunfo,
fruto del barro
y la costilla;
de la política
y el arte
entre dos seres
hijos de otros;
nietos de aquellos,
amantes de unos,
amigos del sol.
Ahora se piensa
que el universo se expande,
al menos eso he leído;
entonces nosotros
también nos movemos
en esta gran nave
que llamamos mundo.
Viajeros intergalácticos,
surcando espacios infinitos.
No me puedo quejar,
después de todo
soy un simple acontecimiento;
algo más
que un montón de códigos
historiográficos,
pero menos que un gramo de luz.
Tengo un nombre
por el que soy
dichosamente recordado
en la memoria de Verónica
y otros seres queridos.
Y por hoy,
así me basta,
porque aún
nos sobra tanto
por llegar a ser
y deshacer de este mito
llamado humanidad
en las grietas de la existencia.
1 comentarios:
Voltaire afirmó que a los hombres les era tan necesaria la idea de dios que, aun si dios no existiera, debería ser inventado.
Para Simmel, la cuestión es contraria ¡Aun si dios existiera, habría que negarlo!
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