Es otra noche
sin cuerpo,
sin vino
ni sábanas de perla.
Qué sería de mí sin esta sangre
que guía tu rostro
de mi rostro al lienzo
y nos une al verso,
como en un capullo.
A veces
el silencio es tan denso,
que se puede escuchar el pestañeo
del reloj
volar por todo el cuarto
como una mosca insomne.
Lo mejor de todo
son los ojos desnudos,
tu nombre
bañado en mirra,
el recuerdo de aliento
acampando en la ventana,
y las venas de estas palabras
que pretenden un poema
y oxigenan la impaciencia
tan pretendida por tus piernas.
Pero toda pasión engendra dudas
y el simulacro espinas.
El miedo no es a estar solo, amor,
sino a que las letras
vigilantes
cual torre de marfil
exageren todo;
promesas,
amputaciones,
espejos de la mutes.
Si claudico,
temo que vendrán a asestarme
de colores, estaciones,
hilos de oro,
excursiones y arengas;
sin saber jamás
si las sombras
en las alas de la mariposa,
eran una burda
sin cuerpo,
sin vino
ni sábanas de perla.
Qué sería de mí sin esta sangre
que guía tu rostro
de mi rostro al lienzo
y nos une al verso,
como en un capullo.
A veces
el silencio es tan denso,
que se puede escuchar el pestañeo
del reloj
volar por todo el cuarto
como una mosca insomne.
Lo mejor de todo
son los ojos desnudos,
tu nombre
bañado en mirra,
el recuerdo de aliento
acampando en la ventana,
y las venas de estas palabras
que pretenden un poema
y oxigenan la impaciencia
tan pretendida por tus piernas.
Pero toda pasión engendra dudas
y el simulacro espinas.
El miedo no es a estar solo, amor,
sino a que las letras
vigilantes
cual torre de marfil
exageren todo;
promesas,
amputaciones,
espejos de la mutes.
Si claudico,
temo que vendrán a asestarme
de colores, estaciones,
hilos de oro,
excursiones y arengas;
sin saber jamás
si las sombras
en las alas de la mariposa,
eran una burda
premonición de la ausencia
o nuestro espiritu,
unido en el silencio.
Cuadro: Cassandra (Douglas Casliton)
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