dentro del abismo que dejaste en este trozo de rostro frío y cenizo.
Dejó de ser tuya
aquella tarde de verano en que la robé
y ahora, sin saberlo,
caminas el mundo muda de amor
presumiendo los besos que ya no tienes.
Tu boca que es
-y nadie lo ha entendido mejor que yo-
camino de muerte y mar de vida eterna
que asemeja los senotes Mayas
donde sacrifiqué mi alma para escribir la historia;
portales de sueños en los que cuento al viento
la leyenda de una civilización perdida
por la erosión del tiempo.
¿Mito?
has sido nombrada por mi estrella una maravilla,
vestigio de mis mejores versos,
reclamo del tiempo yerto
que me condenó al Xibalbá
el día que una ráfaga de tu garganta
grito muy hondo,
me partió el pecho
y me lanzó al recuedo.
Es esta parte de tu Boca que habito
y en la que me quedo,
con todo mi celo y con toda mi furia,
falto de profecía,
prisionero de la ritualidad de tu ausencia,
pero poseedor de los mejores años de tu vida.
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