“No somos disparados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.”
José Ortega y Gasset
Es de noche, afuera hay una tormenta impresionante y el frío es arrollador. Que suerte estar en casa en estos momentos, no ser un perro callejero o un gato sin hogar o peor aún, un árbol. Tengo una ración suficiente de cervezas para mi solo, cigarros a montón y mi música aburrida pero hermosa que me recuerda mucho a mi padre.
Papá era un hombre muy trabajador, muy amable, respetuoso y muy querido por la gente. Mis tíos dicen hasta la fecha que yo era su adoración. Siempre cumplió mis caprichos de infancia y fue muy responsable conmigo. Recuerdo muy bien que cuando iba a la primaria, había veces en que muchos de mis compañeros se quedaban esperando hasta una o dos horas a que llegaran por ellos y supongo que eso es terrible para un niño. A mí nunca me sucedió. Mi padre siempre estaba puntual por mí, podía caerse el mundo, haber un accidente terrible que ocasionara embotellamientos, pero él siempre llegaba a tiempo. Era como mi héroe. De él aprendí muchas cosas, sobre todo el valor de la lealtad, la sinceridad y el amor a quienes te quieren.
Cuando tenía cinco años odiaba la oscuridad, me aterraba dormir solo, no lo soportaba. Siempre pensaba que cuando cerrara los ojos en medio de esa soledad de mi cuarto, entraría por la ventana una bruja o el mismo diablo. Cuando mi papá me escuchaba llorar llegaba volado a mi lado como superman. Primero hacía su coraje porque no lo dejaba dormir, pero después me leía un cuento (Don Luis -así se llamaba- fue mi primer acercamiento con la literatura). Me platicaba historias hermosas y cuando por fin me quedaba dormido, salía de mi cuarto y se fumaba un cigarro en el comedor como esperando que no me despertara de nuevo.
Unos años después, tengo que confesarlo, papá terminaba durmiendo en mi recámara. Comenzaba a tener conflictos con mi madre y se iba a dormir conmigo. Esas noches yo me sentía el niño más seguro de mundo. Cuando nos acostábamos, me platicaba historias y después ponía su música. Por él conocí a Agustín Lara, Carlos Gardel, al trío los Panchos, al mismo José Alfredo Jiménez, a Oscar Chávez, a Consuelo Velásquez y tantos y tantos clásicos. Me enamoré de los boleros, del tango, del danzón, del cha cha chá, del son. Me cuidaba y procuraba tanto, nunca me dejaba solo, jugaba conmigo y lo más importante; me enseñó grandes cosas, entre ellas la ética, que siempre me predicó con el ejemplo. Qué mejor padre podía yo pedir, ninguno.
La noche que falleció, yo estaba lejos. Mi padre murió viejo y yo no estuve con él para que no tuviera miedo de la oscuridad. La oscuridad que devela la soledad debe ser peor que la que yo temía de niño. Nunca me pude perdonar no estar ahí cuando me había convertido en su héroe. Papá estaba muy orgulloso de mí y siempre me lo decía o me lo hacía saber. Me presumía ante los demás. Nunca me dijo a que me tenía que dedicar, siempre respetó mis decisiones y me apoyaba en todo loq ue necesitaba. ¡¿Qué clase de superman deja solo a su mejor amigo?!
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Afuera sigue lloviendo, estoy solo y escuchando boleros. La oscuridad de estas noches me a dan miedo otra vez. No soy un héroe, simplemente he crecido, pero aún necesito a mi papá. Necesito que venga de nuevo en mi auxilio.
Don Luis, mi amado padre, ¿recuerdas cuando en la primaria te hablé de mi novia Carla? Tú reíste y creo que siempre supiste que mi relación con ella era una mentira hermosa. Bien, pues ahora no ha sido así. Nadia me ha condenado a una oscuridad aún peor que la de hace tantos años.
¡Ho padre! te necesito de nuevo, ven, sálvame, ayúdame, cuéntame algo o llévame de nuevo como lo hacías antes a comprar un helado.
Dejaré la ventana abierta toda la noche para que no te sea difícil entrar. Aquí te espero con el libro de las habichuelas mágicas entre las manos y tu cigarro sobre el buró. Mientras, terminaré de escuchar esa hermosa canción que también te gustaba, ¿escuchas viejo?... luna se quiebra sobre las tinieblas de mi soledad, a dónde van, dime si esta noche, tú te vas de ronda como ella se fue…
José Ortega y Gasset
Es de noche, afuera hay una tormenta impresionante y el frío es arrollador. Que suerte estar en casa en estos momentos, no ser un perro callejero o un gato sin hogar o peor aún, un árbol. Tengo una ración suficiente de cervezas para mi solo, cigarros a montón y mi música aburrida pero hermosa que me recuerda mucho a mi padre.
Papá era un hombre muy trabajador, muy amable, respetuoso y muy querido por la gente. Mis tíos dicen hasta la fecha que yo era su adoración. Siempre cumplió mis caprichos de infancia y fue muy responsable conmigo. Recuerdo muy bien que cuando iba a la primaria, había veces en que muchos de mis compañeros se quedaban esperando hasta una o dos horas a que llegaran por ellos y supongo que eso es terrible para un niño. A mí nunca me sucedió. Mi padre siempre estaba puntual por mí, podía caerse el mundo, haber un accidente terrible que ocasionara embotellamientos, pero él siempre llegaba a tiempo. Era como mi héroe. De él aprendí muchas cosas, sobre todo el valor de la lealtad, la sinceridad y el amor a quienes te quieren.
Cuando tenía cinco años odiaba la oscuridad, me aterraba dormir solo, no lo soportaba. Siempre pensaba que cuando cerrara los ojos en medio de esa soledad de mi cuarto, entraría por la ventana una bruja o el mismo diablo. Cuando mi papá me escuchaba llorar llegaba volado a mi lado como superman. Primero hacía su coraje porque no lo dejaba dormir, pero después me leía un cuento (Don Luis -así se llamaba- fue mi primer acercamiento con la literatura). Me platicaba historias hermosas y cuando por fin me quedaba dormido, salía de mi cuarto y se fumaba un cigarro en el comedor como esperando que no me despertara de nuevo.
Unos años después, tengo que confesarlo, papá terminaba durmiendo en mi recámara. Comenzaba a tener conflictos con mi madre y se iba a dormir conmigo. Esas noches yo me sentía el niño más seguro de mundo. Cuando nos acostábamos, me platicaba historias y después ponía su música. Por él conocí a Agustín Lara, Carlos Gardel, al trío los Panchos, al mismo José Alfredo Jiménez, a Oscar Chávez, a Consuelo Velásquez y tantos y tantos clásicos. Me enamoré de los boleros, del tango, del danzón, del cha cha chá, del son. Me cuidaba y procuraba tanto, nunca me dejaba solo, jugaba conmigo y lo más importante; me enseñó grandes cosas, entre ellas la ética, que siempre me predicó con el ejemplo. Qué mejor padre podía yo pedir, ninguno.
La noche que falleció, yo estaba lejos. Mi padre murió viejo y yo no estuve con él para que no tuviera miedo de la oscuridad. La oscuridad que devela la soledad debe ser peor que la que yo temía de niño. Nunca me pude perdonar no estar ahí cuando me había convertido en su héroe. Papá estaba muy orgulloso de mí y siempre me lo decía o me lo hacía saber. Me presumía ante los demás. Nunca me dijo a que me tenía que dedicar, siempre respetó mis decisiones y me apoyaba en todo loq ue necesitaba. ¡¿Qué clase de superman deja solo a su mejor amigo?!
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Afuera sigue lloviendo, estoy solo y escuchando boleros. La oscuridad de estas noches me a dan miedo otra vez. No soy un héroe, simplemente he crecido, pero aún necesito a mi papá. Necesito que venga de nuevo en mi auxilio.
Don Luis, mi amado padre, ¿recuerdas cuando en la primaria te hablé de mi novia Carla? Tú reíste y creo que siempre supiste que mi relación con ella era una mentira hermosa. Bien, pues ahora no ha sido así. Nadia me ha condenado a una oscuridad aún peor que la de hace tantos años.
¡Ho padre! te necesito de nuevo, ven, sálvame, ayúdame, cuéntame algo o llévame de nuevo como lo hacías antes a comprar un helado.
Dejaré la ventana abierta toda la noche para que no te sea difícil entrar. Aquí te espero con el libro de las habichuelas mágicas entre las manos y tu cigarro sobre el buró. Mientras, terminaré de escuchar esa hermosa canción que también te gustaba, ¿escuchas viejo?... luna se quiebra sobre las tinieblas de mi soledad, a dónde van, dime si esta noche, tú te vas de ronda como ella se fue…
1 comentarios:
Simplemente hermoso, conmovedor y lleno de nostalgia...Mario te mando un abrazo y mi eterna admiración eres enorme
Felicidades
TQM Ross
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