y el año se refugia en el último rincón
que queda de su vientre maduro.
Pronto llegará el invierno
y enfermarán de crepúsculo los poros de los amaneceres.
Cuando el viejo gordo del sombrero venga,
no tendré el zapato de las abnegaciones
puesto sobre la chimenea,
ni me habrán de facilitar de amor
los aguinaldos de las crisis de tus labios mal pagados
en las vísperas de las condenas.
Se enfrentará de nuevo Marx a Keynes,
y entre las teorías enfermarán los capitales,
las utopías se llamarán Walt Disney
y a Pinocho le crecerán las alas
por decir verdades.
Pero lo juro;
aunque Rodolfo llame dos veces a la puerta
y traiga tu carta prendida a la nariz,
no habrá trineo, ni carbón castigo
que me llene el saco de piedritas,
ni harán de perdón las dos mejillas de mi corazón,
cuando pidas redención de tus mentiras.
Diciembre seguirá mintiendo
y el año se esconderá en el último rincón
que le provea su vientre maduro.
Yo por lo pronto, a voz de cantaros y miel,
este invierno enfermaré de olvido,
este invierno, el infierno será un discurso más de alegorías,
pero a las doce campanadas del año viejo, mama mía,
cuando se me acaben las uvas
y el vino se haya avinagrado,
le daré a Cristóbal Colón la nueva bienvenida,
¡tierra a la vista chaval, gritaré al espejo… tierra a la vista!,
este chaval, ha resucitado.
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