adherido a los muros del laberinto.
Serpiente vigilante,
afila sus movimientos siempre atenta a nuestra caza,
aguardando entre las sombras de nuestras catacumbas.
No es causa su presencia,
aparece en consecuencia de algo libre
desatado al laberinto interno.
Serpiente-amor,
al atacarnos se nos enrreda al alma
y la aprisiona casi hasta la asfixia
liberando suspiros hondos.
Al clavarnos sus colmillos,
nos condena en su veneno a la muerte lenta por del acto amoroso,
porque amar es morir poco a poco
con una dolencia dulce y continua.
El veneno de la serpiente-amor
es la develación del entorno,
la luz de la existencia,
entregar lo que no se tiene
a alguien que no lo quiere.
La serpiente-amor es un contenido de muerte
disfrazado de vida eterna.
Por eso amar es el límite de nosotros,
es apreciarnos como habitantes del mundo,
habitantes de un laberinto áureo con fe en lo desconocido,
intoxicados de sueños a los que un día el tiempo
inyecta la vejez.
Amar tiene caducidad,
amar, el veneno amar,
un día se evapora de las venas del alma;
pero el amor,
la dulce serpiente de cascabeles dorados,
volverá a acecharnos,
entregándonos a su causa
y a su consecuencia,
con el cuello libre
y los ojos puestos en lo ignoto.
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