Confundida, salió a dar un paseo por las residencias de la nueva colonia. Mientras caminaba se le caía la quijada, se le dislocaron las costillas, se le enredaron los tendones y el mismo sexo comenzó a pudrirse; qué cosa más horrible incluso para un muerto.
Buscó por todas partes, debajo de las piedras, en la capilla, en las ramas de los árboles, en las monedas de los atardeceres, en el aliento de la luna…pero no hubo Dios, diablo, cielo o purgatorio a donde dirigirse.
Le dio pavor. Por primera vez era libre. Podía andar, hacer o dejar de hacer y nadie, ni siquiera su madre la condenaría. Pero tan inútil era aquella mujer, que en su circunstancia, sin un mandato divino, no sabía ni a donde mover los dedos.
Vagó por días, buscó sus venas, cepilló su poco cabello, raspó la lluvia, pero Dios no llegaba.
Se sentó bajo un árbol a esperar y así, esperando, con el ocio a cuestas y el lagrimal reseco, pensó que quizá ni el mismo Dios se había enterado de su muerte, o que se trataba de una absurda prueba de fe.
Las noches le siguieron cayendo en los omóplatos y ella permaneció sentada bajo el árbol alegando que quizá era un castigo de la virgen o algún santo y era su obligación esperar y seguir esperando. Pero los meses transcurrieron sin señal de Dios y demonios menos.
La única libertad que había ostentado en vida fue la de someterse por voluntad a las reglas impetrantes de una moral divina calcinante hasta lo que mucho llaman alma.
Tanto había presumido de casta, que a los treinta ya le había tocado cargar una joroba más pesada que el mundo del Atlas y ahora, sin joroba, cargaba un nombre más pesado y más deforme; - Mi nombre es orgullosamente ¡Concepción de Todos los Santos!.. – rió – ¡A la puta madre!, Dios no existe, si estuvo, hace un tiempo que bien crucificado estuvo, ahora ni un sexo cálido me queda para entregarme a la naturaleza.
Pero te quedan los ojos y las manos y la columna y la sonrisa de de luna menguante que tanto te envidiaban las muchachas del pueblo y toda la eternidad por delante.
¡Mateo! - gritó de alegría Concepción -, eres tú, el mismo Mateo que besó mi mejilla un día de Abril después de misa, Mateo. ¿Es que estás vuelto un árbol?, ¿por qué… Mateo?
A la espera le suceden las raíces y después de haberse plantado, un amor sin fruto no sabe dónde ir, aquí he esperado siempre, por ti, cumpliendo mi promesa cabalmente, sabiendo que llegarías algún día, tan bonita como te recuerdo.
Mateo – dijo la mujer – ahora sólo soy un desperdicio de vitalidad, ¿cómo puedes decir eso?
Toca el recuerdo de los senos, el lugar que quedó de tus pezones, terrones dulces que jamás endulzaron labios ni manos, acaricia el espacio donde tus muslos se convertían en la frontera del gemido no pronunciado en tierras vírgenes de jardín de rosas escarchadas, donde nunca germinó la primavera, hazlo mujer y sabrás cuan sabia es la naturaleza.
Y los años pasaron y a Concepción le brotaba la sonrisa y los pechos la endulzaban como adolescente y los muslos le sembraban jacarandas, las manos a veces, salían al paso de las manos de Mateo y él la miraba sorprendido y alegre, mientras sus ramas caían y las raíces se le desprendían del suelo.
Una noche bailaron.
Cuando ambos se acoplaron al contorno de sus nuevos cuerpos, con los grillos del campo en coro, Mateo miró fijamente a Concepción y la besó profundo.
-Ven…
Dos almas doloridas por causas distintas, heridas de vida y muerte, de amor y de amargura. El corazón que no tenían les brilló la esencia formando una luz blanca, más pura que la neblina.
- Hazlo – suplicó ella a su compañero -, sepulta tu espera entre mis caderas y volemos juntos, hazlo mientras baila el otoño con las hojas en los caminos que crujen y se ponen castaños como tus ojos, hazlo para que mi nombre deje de ser mi nombre y se convierta en el de tus labios, besémonos Mateo, sin Dioses ni demonios, solos a la espera de esa nada tan maravillosa que encierra el todo, y si acaso Dios existe, que no perdone lo que no tiene que ser perdonado, que ninguna maldad puede encerrar la naturaleza, que sabia y pura, nos entrega el uno al otro…
Y cuando él por fin sepultó su espera entre su nombre, lo entendieron...
Si vivir es ir muriendo poco a poco, ahora, eran por primera vez libres de todo, libres en esa magnífica nada, dispuestos para toda la eternidad a eso…a morir su muerte.
1 comentarios:
simplemente HERMOSO que bella historia de amor del alma y de amor eterno... creeme que me haz dejado chinita la piel Mario eres excelente de verdad no sabes todo lo que te admiro
Felicidade!!
Rosy
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