que las luciérnagas del insomnio no te adelgacen el esternón,
que no se te muera la sonrisa derrochando placeres
y mi ausencia en tu mesa no suplique redención.
Que no te gane la gana de no enamorarte,
que no te de vuelta el tiempo por las patas de gallo,
que mañana no llames alegando extrañarte,
que la caricia del viernes no te reclame al poeta enamorado.
Que no te pasen de largo los caminos,
que los días de distancia no te aleguen datos fríos,
que no me olvides a mitad de sentencia,
que se muera el cáncer del olvido de esta inhumana paciencia.
¿Qué te digo señorita Carper?,
que ayer soñé que te tenía en mi cama
y me despertó el despertador de la migraña...
El desamor duele más allá de la distancia...
duele en la cercanía de tu mirada ausente,
de tu retrato que me eyacula llanto,
en las hormigas de asfalto...
que es ahora lo único que veo en el camino.
(Ahora abrás entendido que hasta mi estructuras de un buen poema
se rompen tras el desfile de las ausencias)
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