si no araña el alma?
Buscar amoramentes es buscar palabras que buscan la poesía,
aquellas que no logran mantener el aliento más allá de un encuentro,
quedan muertas en el olvido.
No así las que roban algo más que besos.
Existen bitácoras que delatan recuerdos tan entrañables,
porque hay palabras que buscan la poesía;
¿Y qué es la poesía sino la declaración de un instante eterno?,
el hervor del espíritu que se cocina l-e-t-r-a a l-e-t-r-a,
la estética, pero sobre todo, la esencia.
Siempre amaba a una mujer en función de la poesía que pudiera dejarme en la piel;
por eso renegaba de la industrial.
La mujer industrial es como el vacío,
como la boca de Saturno que todo lo devora por temor a ser destruida.
Existe inmersa en un miedo continuo a toda poesía
y aunque capaz de alojar a la primavera dentro de sus fronteras,
nunca se entrega al amoramante.
Cegada por ese miedo absurdo al compromiso amoroso,
lastima y reprime a su poeta-amante,
lo ahoga en su propia soledad de amor, lo vuelve maldito.
La mujer industrial (también llamada mujer-Saturno),
no es para nada una musa.
La musa busca el erotismo,
y en él, el drama amoroso.
Carga a sus espaldas el peso de la condena del dolor,
la tragedia del amor, la muerte de este;
pero encuentra su triunfo sobre la industrial,
por la inmortalidad de su poesía.
Se funde al amoramante como el hidrógeno y el oxigeno,
se arropa con sus ojos del mundo,
le echa de menos cuando duerme
y ríe y llora y cabalga miedosa del final,
pero entregada en letra y voz a su cómplice.
La mujer-Saturno en cambio,
sólo devora amoramentes,
contrario a su creencia de libertad,
vive esclava de sus propios miedos.
Es la Catrina de la poesía;
obtiene todo lo que desea (sexo, alcohol, drogas,
libertinaje, hombres y mujeres por igual);
obtiene todo, porque su todo es deseo, pero no tiene nada;
ningún deseo suyo tiene la posibilidad de la trascendencia,
de la inmortalidad, del instante eterno…
todo deseo industrial en sí mismo, está completamente muerto.
Siempre amaba a una mujer en función de la poesía,
hasta que di con la señorita Carper,
hay poesía escondida detrás de sus ojos,
juro que lo vi el día que quiso llorar.
Sólo me resta escribirle…
la verdadera libertad, radica más allá de la libertad ordinaria.
0 comentarios:
Publicar un comentario